
Si estás leyendo este artículo puede ser que te interese el tema del duelo infantil, pero también es muy probable que necesites algunas orientaciones rápidas para informar a un niño de la muerte de alguien muy importante para vosotros.
Te recomendamos que te tomes unos minutos para leer nuestras
recomendaciones que, aunque breves, pretenden ser de utilidad en la compleja
tarea que tienes encomendada...
Hablar de esto con un niño no es fácil ni hay fórmulas
universales. La mejor manera de hacerlo dependerá de la edad del niño, ya que
ésta determina evolutivamente su concepto de muerte. Cuando se trata de niños
muy pequeños, la idea de muerte es difusa y en ocasiones reversible, aspecto
que afectará a la gravedad con la que los niños interpreten la noticia, así
como a las atribuciones que realice de la pérdida.
En algunos casos, las circunstancias de la muerte hacen que el
niño, antes de conocer la noticia, tenga unas expectativas bajas sobre el
regreso de su ser querido. Esto facilitará la asimilación de la nueva
información. Cuando no es así, algunas veces las personas allegadas han
fomentado progresivamente que dichas expectativas no sean muy optimistas, con
el fin de que la información de la que dispone el niño esté más cerca de la
realidad y sea más fácil de asimilar.
¿Quién da la noticia?
El adulto que da una mala noticia es, habitualmente, un familiar o
alguien cercano al niño. Muchas veces, y con el mejor deseo de no herir en
exceso los sentimientos del pequeño, la noticia del fallecimiento se da
tamizada, se diluye o se convierte en información poco comprensible. Si bien es
verdad que hay que evitar un impacto emocional innecesario, debemos ser
conscientes de que la noticia de la que somos portadores necesariamente dolerá.
Es algo que no podemos evitarle. Nuestro objetivo debería ser que,
independientemente del dolor, el niño comprenda y asimile la información lo
mejor posible y que nuestra intervención le ayude a comenzar un duelo
saludable.
¿Qué decir? ¿Cómo decirlo?

La comunicación suele comenzar con una introducción sencilla, para
después pasar directamente a la explicación de lo ocurrido. Esta explicación
debe ser breve, pero con suficiente información como para permitir una
comprensión por parte del menor. Debe permitir diálogo, facilitando que el niño
tenga oportunidad de preguntar o pedir aclaración sobre la noticia que se le
está dando. Esto se consigue haciendo pausas durante el discurso y hablando con
ritmo lento.
En general se suele recomendar no usar mentiras y utilizar un
discurso adecuado a la edad, con la sinceridad de admitir si no se sabe cómo
explicar algo.
Esta misma sinceridad ha de servirnos para transmitir nuestras
propias emociones y compartirlas con él. Al fin y al cabo, no somos
profesionales sino personas afectadas por el mismo duelo.
Los eufemismos (“es un ángel”, “se ha ido de viaje”) no son buenos
compañeros en este tipo de situaciones, y se recomienda sobre todo evitar decir
que “está en el cielo”, ya que los niños pueden querer seguirle, o dedicarse a
escudriñar el firmamento con el fin de encontrar alguna pista de su familiar
perdido. Decirle “que es una estrella” también puede provocar confusión. Si el
niño pregunta dónde está o a dónde ha ido, los expertos afirman que es
preferible, en un momento dado, decir “no lo sé” o recurrir a las creencias familiares
al respecto.
También se recomienda no relacionar la muerte con el sueño (“está
durmiendo”), porque esto puede provocar en el niño problemas de sueño o miedo a
dormirse, (por si se muere). Si el niño es muy pequeño, por motivos similares
tampoco conviene dar detalles muy específicos del motivo del fallecimiento del
tipo “se le ha parado el corazón”.
Finalmente, los expertos recomiendan fomentar la expresión de
emociones y la validación emocional, ya que ello facilita el duelo compartido y
la cohesión de todas las personas afectadas.
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